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Alberto Goldenstein

Eva Grinstein sobre Adentro, 2008
 

ZONAS
Esta exhibición es el resultado de varios meses de revisión de archivos, cajas de negativos y sobres repletos de contactos; imágenes conocidas y decenas, cientos de fotos inéditas que nunca habían llegado a la instancia de la copia en papel. Explorar desde adentro la producción de un artista que uno admira es siempre apasionante, y en ese sentido las sesiones con Goldenstein fueron doblemente gratas; mirábamos una tras otra las fotografía y a la vez aparecían sus historias a medida que editábamos una posible selección para la muestra. Desde un primer momento estuvo claro que el objetivo no era construir un recorrido cronológico, no una antológica, tampoco una retrospectiva; más bien se trataba de anudar zonas de trabajo anteriores con otras actuales, rescatando fotos poco vistas y resituando en nuevas tramas algunas ya presentadas. De este modo -paradojas de la curaduría-, al agrupar las obsesiones e intereses recurrentes de estas dos décadas de producción surgió una suerte de ordenamiento temático, la clase de orden que Goldenstein siempre había combatido apelando a la desprejuiciada libertad de popurrí y el tutti frutti. No menos libre pero definitivamente más maduro, Goldenstein se revela hoy como un artista casi clásico, enamorado de los grandes géneros. Un fotógrafo paisajista, interiorista y retratista.

PAISAJES
Las fotos de exteriores se reúnen en dos líneas principales que nuclean buena parte de la obra; fotos de aguas y fotos de follajes. Más encontrados que buscados, estos paisajes testimonian una mirada atenta a las contingencias de la Naturaleza, a las peculiaridades no excesivamente espectaculares de árboles y plantas, a las interacciones del mar con las personas y el abigarramiento extremo de una vegetación que -al menos en el mundo que recortan las fotos- no deja resquicios para otra presencia humana que no sea la del fotógrafo, inmiscuido con su cámara. Los incidentes que su mirada detecta, la curva de la espalda de un adolescente en la playa o las ramas absurdas de un naranjo desmadrado, ocurren como destellos de historia real que alteran y ratifican la certeza del documento.

INTERIORES
El ojo de Goldenstein tiene un sentido extra para lidiar con el modo en que la gente decora sus casas. A veces un tanto cruel, a veces tierna, nunca objetiva, su mirada se regodea en detalles que hablan de formas de organizar la vida a través de ciertas disposiciones de muebles y objetos, de ciertos ornamentos. Cuando fotografía departamentos de coleccionistas y museos sienta un testimonio sobre los usos del arte y los destinos de la representación. Cuando pide permiso para colarse en una casa de la villas o, con la misma actitud, en un loft aún deshabitado de Puerto Madero, fija en un puñado de imágenes los relatos que llevamos clavados, implícitos, acerca de la cotidianeidad en esos lugares. Es un ojo que mira lo que sabemos -sin saber- que está ahí.

RETRATOS
Durante un breve período, en la segunda mitad de los noventa, Goldenstein realizó una serie de retratos posados. Sus modelos fueron artistas, colegas colegas a los que fotografiaba en contextos especialmente elegidos; fondos cargados de conceptos y sensaciones que se derramaban sobre los modelos filtrando la imagen que el fotógrafo tenía de ellos. Otros retratos surgían por azar durante encuentros con amigos, como los hoy ausentes Pablo Suárez y Alejandro Kuropatwa. Pero en paralelo con estas imágenes más o menos elaboradas, Goldenstein produjo en esos años y con esos mismos protagonistas un aluvión de fotos casuales, fotos robadas en fiestas, inauguraciones y reuniones hogareñas. A pesar de la velocidad de las tomas, cuyo único fin era registrar el momento, decidimos incluirlas en la exposición porque tienen el valor de haber sido producidas desde la distancia privilegiada de quien también, a su manera, está dentro de la escena.

FUGAS
Establecidas estas constelaciones entre las imágenes que se vinculan por su afinidad de base saltando diferencias temporales, conceptuales y de formato, la muestra incluye naturalmente algunas fugas, imágenes sueltas y polípticos orgullosos de eludir la clasificación. “Mis fotos son para adentro, no para afuera”, dijo una vez Goldenstein tratando de poner en palabras lo que hace. Y sobre esto no hay dudas; adentro la mayoría de las cosas funcionan sin necesidad de ninguna categoría.

Eva Grinstein